martes, 18 de diciembre de 2007

William Herschel II

Ferguson había empezado su estudio de la astronomía cuando era un muchacho pastor sin educación y solía echarse de espaldas en los campos de Escocia por la noche y medir los ángulos entre las estrellas con cuentas ensartadas en un hilo. Aprendió solo a leer, llegó a ser profesor y conferenciante de divulgación, escribió dos libros de astronomía que fueron bien recibidos y finalmente fue elegido miembro de la Royal Society. Fue en el libro de Ferguson donde Herschel leyó por primera vez algo sobre las nebulosas. Algunas nebulosas parecían carecer de estrellas. Como escribió Ferguson, "Hay varias pequeñas manchas blancuzcas en los cielos, que aparecen aumentadas y más luminosas cuando se las ve a través de un telescopio, pero en las que no hay estrellas. Una de ellas está en el cinturón de Andrómeda". Otras nebulosas estaban mezcladas con estrellas. "A simple vista parecen estrellas oscuras -escribió Ferguson-, pero en un telescopio aparecen como partes muy iluminadas del cielo; en algunas de ellas hay una estrella, en otras más... La más notable de todas las estrellas nubosas es la que está en medio de la espada de Orión."

En el libro de Smith, Herschel leyó que si bien las estrellas -y, presumiblemente, las nebulosas- están muy distantes, es posible penetrar en los inmensos espacios que habitan mediante grandes telecopios. Pueden verse más estrellas, escribió Smith, "cuando se agranda la apertura para permitir la entrada de más luz". Herschel se tomó muy en serio esta lección. Su vida fue una larga demostración del principio de que los telescopios permiten ver en el espacio y de que, cuanto mayor es le telescopio, tanto más lejos podemos ver.
Herschel empezó comprando un telescopio refractor, pero pronto descubrió, como Newton, que padecía de aberración cromática, es decir, que tendía a introducir falsos colores. Este defecto sería superado con el tiempo con la creación de lentes apocromáticas compuestas, pero en la época en que Herschel decidió dedicarse a la astronomía el único modo de evitarlo en los telescopios refractores era construirlos con longitudes focales muy largas. Esta situación había conducido a los observadores a adoptar actitudes extremas. John Flamsteed montó un refractor de 2,74 metros en el Real Observatorio de Greenwich, y Cassini, en París, estudio Saturno con una serie de telescopios de construcción cada vez más ambiciosa, con longitudes focales de 5,18, 10,36, 30,48 y 41,45 metros. Puesto que era muy difícil construir un tubo rígido de tal longitud, y más difícil aún montarlo con éxito, a menudo se prescindía del tubo, y el objetivo se montaba en el lugar más elevado posible, como el techo de un alto edificio público o, en el caso de James Pound de Inglaterra, sobre un mayo, en Wanstead Park. El observador estaba a varios bloques de distancia, con el ocular en la mano, y observaba la lente distante, esperando los escasos y preciosos momentos en que el planeta Júpiter o la estrella binaria Épsilón de Lira atravesaba su campo visual. Un astrónomo dotado de una gran paciencia podía ocasionalmente hacer observaciones útiles con tal artilugio -en 1722, Bradley logró medir el diámetro angular de Venus usando un refractor sin tubo de 64 metros-, pero para la mayoría tales catalejos alargados eran tan difíciles de manejar que era peor el remedio que la enfermedad. Herschel construyó refractores con longitudes focales de 1,20, 3,65, 4,60 y 9,15 metros, luego los dejó de lado. "Los grandes problemas que ocasionan tubos tan largos, que para mí eran casi imposibles de manejar, me indujeron a dirigir mis pensamientos a los reflectores", escribió. Alquiló un pequeño telescopio reflector del tipo inventado por Newton, y lo halló "tanto más conveniente que mis largos catalejos que pronto resolví intentar yo mismo la construcción de otro".
Esta decisión marcó el comienzo de la astronomía extragaláctica y el fin del ocio de Herschel. Pronto trabajó en todos sus momentos libres, fundiendo espejos metálicos y puliéndolos laboriosamente a fin de darles la forma cóncava necesaria para concentrar la luz en un foco nítido. Su hermana Caroline, que se había unido a él en Inglaterra con la esperanza de cantar con su orquesta, aunque terminaron ambos dedicando sus vidas a la astronomía y convirtiendo su casa en un taller de óptica, lo ayudaba leyendo para él y haciéndoles bocadillos mientras él pulía espejos hasta dieciséis horas seguidas. Con una delicadeza de toque que él atribuía a su aprendizaje de la infancia como violinista, Herschel hacía tubos de telescopio tan elegantes como violonchelos y los coronó con oculares de aumento hechos de granadillo, la madera usada para hacer oboes como el que Herschel tocaba de joven. Menos de diez años después de abrir los primeros libros de astronomía, pudo jactarse confiadamente de que "yo he construido los mejores telescopios que se han hecho nunca".
La habilidad de Herschel como observador era igualmente refinada; sabía usar los telescopios. "En ciertos aspectos, ver es un arte que es necesario aprender", escribió.
He tratado de mejorar los telescopios y practicado continuamente la observación con ellos. Estos instrumentos me han jugado tantas tretas que finalmente he descubierto muchos de sus caprichos y les he obligado a confesarme lo que me habrían ocultado si yo nos los hubiese cortejado con perseverancia y paciencia.

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